54.- TRAJE MASCULINO DEL VALLE DE MENA

El Traje tradicional masculino Menés en los Siglos XVIII- XIX
Dos fotografías  que muestran el traje tradicional Menés de hombre.

Chaqueta: Del mismo paño que el calzón. Con corte goyesco, más bien corta, recta, cuello y solapas en pico, muy grandes y pespunteadas. La manga pegada y larga. Botones iguales a los del chaleco pero más grandes. Bolsillos plastones y forrado solamente el cuerpo. 
Chaleco: De bayeta negro, abrochado con botones metálicos y forrado con lino vigoré, ajustado a la trasera con dos tiras, ojeteros de hilo (nunca metálicos) y cordón.
        Camisa: de grueso lino, larga hasta las rodillas, con aberturas laterales, abierta hasta el canesú, con cuello de tira ancha recogiendo el vuelo con plieguecillos y abrochada con botones de hilo. Las mangas anchas, con una pieza (cuchillo) bajo el brazo con el fin de dar comodidad y forma a la manga, rematada con un puño no muy ancho.
        Ajustador: Faja negra con la misión de sujetador, abrigar y guardar la petaca y el dinero. Calzón: De burato marrón a juego con la chaqueta. Este llega hasta la rodilla, con aberturas laterales que se ciñen con un puño y atan con botón de metal. La parte superior es abierta y abotonada a ambos lados reforzada con lino vigoré. En uno de los lados hay un bolsillo recto.




Medias: caseras de pura lana de oveja y tejidas a mano.
  • Calzado: Almadreñas. 
  • PATRONA DEL VALLE DE MENA VIRGEN DE CANTONAD
  • Desde el Santuario de Cantonad, situado en el Valle de Mena, se obtienen las mejores vistas panorámicas de la depresión de Mena. En este lugar se venera a la patrona del valle, la Virgen de Cantonad.
    La fábrica del edificio es fruto de las sucesivas reformas y ampliaciones que se han llevado a cabo a lo largo del tiempo, aunque la mayor parte de la actual construcción fue levantada en la época barroca. Desde el santuario se da vista a muchos de los pueblos que forman parte del valle, a los infranqueables Montes de la Peña, que sirvieron de refugio a los primeros repobladores y a los frondosos bosques que tapizan los bordes montañosos de la depresión.
    Desde el pueblo de Lezana parte un antiguo camino que conduce hasta el santuario de la virgen de Cantonad, patrona del Valle de Mena desde el siglo XVII. Cada 8 de mayo, este camino es recorrido por los meneses que, desde diferentes pueblos del valle y a modo de peregrinación, deciden ir a pie hasta el santuario para venerar a su patrona y participar en los actos civiles y religiosos que constituyen la festividad de Nuestra Señora de Cantonad. 

    Tradición, cultura y religiosidad popular, constituyen las principales características de un evento cuya secular celebración ha contribuido al reforzamiento de las señas de identidad colectiva entre los habitantes del valle, quienes conciben el santuario y la propia fiesta como bienes o elementos surgidos en el seno de la comunidad y pertenecientes, por lo tanto, al patrimonio común.
 Esta circunstancia queda reflejada en la interrelación existente entre los usos religioso y festivo, y en la propia disposición del santuario en inmediato contacto con la campa donde tiene lugar la romería. La Virgen de Cantonad es una de las advocaciones más antiguas de Burgos. Aparece nombrada ya en documentos de principios del siglo XII. 
Para los meneses es "su Virgen" y en su honor celebran fiestas en los días que escoltan al 8 de mayo, festividad también de Nuestra Señora de la Antigua. La opinión más difundida entre los filólogos es que "cantonad" deriva de dos palabras latinas "campus" y "donatus", cuya traducción es sencillísima hasta para los no iniciados, o sea que es un campo regalado, donado. Para quien visite por primera vez este apartado rincón menés, la subida hasta el santuario desde la carretera, le irá dejando el ánimo expectante, pues nada hace prever cómo será el lugar donde se ubica el templo. El camino discurre entre arboledas y poblado sotobosque sin permitir hacerse una idea del aspecto que tendrá el asentamiento. La calzada desemboca en un amplio prado en el que se puede dejar el coche, pero aún no se ve la iglesia, escondida al final de un ancho sendero que atraviesa una tupida arboleda a base de plátanos, robles, hayas, encinas, guindos y algún tejo que otro. La sensación de estar en un lugar sagrado, mágico, es muy poderosa. A nuestros pies, la impresionante panorámica del valle hará fijarnos al terreno, absortos ante tal belleza. Lo primero que, seguramente, llamará la atención del visitante en su camino hacia la iglesia, es ese altar de campaña moderno, de piedra y cemento, construido como necesidad ante la avalancha de peregrinos y devotos que, con el fin de honrar a la patrona del valle, aparecen, desde tiempos muy remotos, por este estratégico promontorio cada ocho de mayo. El pequeño altozano que se extiende a la izquierda del camino se ha convertido en un verdadero vergel botánico. Allí, sobresaliendo del tupido sotobosque, además de las especies ya citadas, veremos acacias, fresnos, castaños, tilos, arces y una innumerable variedad de arbustos. El conjunto monumental de Cantonad, al que mal protege una cerca baja de piedras puestas a seco, está compuesto por el templo en sí y la "casa del santero", originariamente levantada en el siglo XVII, y que, tras padecer un incendio, fue reconstruida en el XIX para destinarla a Casa de Cofradía. A él se accede por una verja ancha, que permite el paso de vehículos, pero que permanece


No hay comentarios:

Publicar un comentario